Yo no conocí a mi abuelita lula, porqué cuando nací ya ella no
existía, pero, todos los años, al llegar el mes de diciembre, pienso en ella.
No puedo dejar de hacerlo porque mi mamá, en estos días de diciembre, todos los
años, comienza por sacar sus cajas del cuartito de los corotos (ese donde
guardamos lo que no se usa siempre, o lo que no se sabe cuándo se usará, como
mi bici pequeñita o la aspiradora de antes). Me gusta mucho estar allí cuando
ella saca esas cajas. Es como una ceremonia, como si la magia de la navidad
comenzara justo cuando esas cajas destapadas. Mamá las carga hasta el centro de
la sala, y yo voy tras ella, ahora que estoy más grande la ayudo llevando
algunas. Cuando estaba más chiquita solo
la seguía como en una marcha de fiesta. Cuando las tenemos a todas allí,
nos sentamos en el piso y las vamos abriendo. Están cubiertas de papeles todos
arrugaditos, y de paja también. Hay que revisar con cuidado porque cada cosa
allí está muy envuelta, y está así desde el pasado enero.
¿Y saben lo que sale de ellas?
Salen pastores de ovejas y ovejitas, salen casas pequeñas de cartón y
de barro y hasta de corcho, salen arbolitos, unos de papel, y hay unas
palmeritas de metal, y allí justo allí es cuando mamá comienza a nombrar a la
abuela lula, dice:
--estas palmeritas eran de mamá,
pero antes fueron de abuela mercedes.
Y después cuando salen de las cajas los 3 reyes
magos, y ella dice lo mismo, y cuando sale una señora que lleva un jarrón
montado en el hombro, y otra pequeñita con pañuelo en la cabeza y como una
bolsa de tela a un lado y su mano levantada como si regara maíz para las
gallinas, y cuando sale el puentecito que pondremos sobre el río de papel
celofán, y cuando sale el muchacho de sombrero, con el perro junto a el, mira
colocándose la mano sobre los ojos como para protegerse del sol, y cuando sale
el pavo real y la gallina con los pollitos, y un cochinito de metal que pesa
aunque es tan pequeño, y más aún, mamá habla de abuela lula cuando salen, de
una de la caja mejor acolchada con pajita y papelitos arrugados: san José, la
virgen y el niño Jesús.
Entonces las mismas cajas nos sirven para hacer un cerro grande que
cubrimos con telas, y al fondo ponemos el cielo en donde yo pego las estrellas
de escarcha, y la mayor, que también sale de las cajas, lleva como botones
brillantes y también era de la abuela lula. Nosotras dos, mamá y yo, preparamos
todo el pesebre cada navidad. Mi hermano grande también se une a nosotras a
inventar y se divierte colocando lucecitas por aquí y por allá y, sobre todo,
desenredando cables y arreglando las instalaciones para que todo se vea
iluminado, pero él ahora vive con otra ciudad y alcanza a venir justo para los
últimos toques, cuando ya es de el día y todo deberá estar listo. La visita que
todos esperamos con más cariño para estos días de diciembre es la del
abuelo. Este año abuelo HILARIO ha estado
un poco enfermo, con quebrantos, y lo hemos visitado poco, porque vive en
maracaibo, muy lejos de aquí, por eso es mas importante tenerlo hoy con
nosotros.
Y hoy, 24 de diciembre, desde la mañana me desperté pensando en los
regalos y el sol supo que era la víspera de navidad porque los rayitos se
iniciaron suaves y me dejaron permanecer en la cama entre dormida y despierta.
Pienso en el abuelo, y voy al patio con mi piyama puesta todavía y me parece
que los pájaros en el mango saben también que día es hoy porque cantan con mas
fuerza que nunca y vuelan de una rama a otra como si conversaran animadamente
sobre la fiesta y lo mucho que he crecido, y todas esas cosas que los pájaros
se dicen siempre. Hasta mi perra maya corretea alrededor y retoza gustosa, va y
busca la pelota de colores que le lanzo, hasta parece reírse conmigo como si
algo nuevo se avecinara. El árbol de mango, al que hemos adornado con muchas
lucecitas, parece decir: ---¿cuándo llegará por fin el abuelo? Los pájaros y
las nubes se mueven en el cielo, de un lado a otro, esperándolo también. Mamá,
mi hermano y yo tenemos listos los regalos para él y los nuestros, para
repartirlos esta noche y celebrar al lado del pesebre y del mango grande de
nuestro patio. Me visto, desayuno y vuelvo al patio a jugar, estoy con mamá y
mi hermano, esperando la llamada del abuelo hilario desde el aeropuerto o su
llegada a casa, con su risa sonora de siempre. Tocan la puerta y maya y yo
corremos, pero es el abuelo.
Es un camión grande del que se baja un señor y me pregunta por mamá,
ella viene y lo recibe, es un paquete que envía el abuelo desde maracaibo, no
vendrá. Entonces ella firma un papel y el le entrega un paquetico bien envuelto
con cuerdas y cinta pegante, en la que dice en la letra del abuelo: “para mi
nieta grabiela”. Mamá me abraza con su olor de jabón y me acompaña dentro para
ayudarme con el paquete, pero yo estoy triste y casi no quiero mirar. Mamá se
sienta a mi lado y lo abre, encuentra una pequeña carta, la leo sorprendida.
“querida grabiela:
no puedo acompañarte esta navidad, pero imagina que estoy allá
contigo, porque me he metido en este sobre de tu regalo y me tendrás allá, no
solo hoy sino siempre. Te doy un abrazo grande, grande, grandísimo, y otro para
cada uno en casa.
Hasta siempre,
tu abuelito”
en la mesa del comedor, con tijerita en mano, voy cortando los
amarres y desenvuelvo papeles hasta dar con un baulito de madera con flores en
relieve, abro la cerradura y aparece el mundo: una tela dobladita muestra
grandes flores rojas, la obro y es una pequeña manta guajira hecha a mi medida;
de borlas de estambre de muchos colores penden 2 sandalias con suela de cuero.
Aquí saco unos cuadernos pequeñitos dibujados, son una colección de cuentos de
los que el abuelo me ha hablado, aquí sale un frasquito con un corcho de tapa y
adentro tiene un diminuto barco de vela, lapices de colores, un trompo de
madera, una bolsita tejida, caramelos de menta, cinta para mis trenzas. Cierro
el baúl y me voy con ese tesoro a mi cuarto. En mi cuaderno de dibujo, con los
nuevos lápices de colores, intento dibujar la sonrisa de abuelo, cuando escucho
que mamá toca a la puerta. Le abro y trae otro regalo para mí, dice que ha
decidido adelantarlo y dármelo ahora. Lo abro y es: un álbum de fotografías
pequeñitos que dice en la portada: para grabiela en sus 9 años, con letra
bonita de mamá que ha pasado la tarde o la mañana tratando de que quede la
“G” bien dibujada y la “i” luzca con su
punto redondo y firme y la “a” tenga un rabito elegante y gracioso. Entonces lo
abro y aparece el rostro de mi abuelo, grande con su cabello crespo y blanco
con mi carita de bebe junto a la suya, y paso la pagina para verme sentada
sobre sus piernas con mis 3 años jugando “arepita de manteca” y pasa la otra
pagina y abuelo muestra su risa hilarante y sonora mientras con su mano mece la
hamaca en la que estoy hundida a mis 6 años, y después veo el abuelo
enseñándome el libro de las adivinanzas sentada en un banco de la plaza y yo
estoy sentada a su lado con mi uniforme de la escuela tratando de leer lo que
dicen aquellas paginas, y por ultimo, en la pagina que cierra el álbum, estamos
los 2 viendo el horizonte marino en la bahía de puerto de cabello. Él tiene
puesta una gorra roja y su camisa es de cuadros y parece mostrarme con su dedo
en el cielo algún ave de paso mientras yo miro desde mi silla de ruedas, en la
que tuve que descansar la última navidad después de la caída catastrófica que
sufrí en las escaleras del colegio.
Cierro el álbum y pienso en la memoria de las cosas. Aquí, en estas
fotografías me he vuelto a sentir cada día cerca de abuelo. Y me di cuenta de
que más quiero de él es su risa, su alegría, y su manera de darme ánimo hasta
en los momentos más tristes. He llegado
la noche de la navidad; mi hermano, mamá y yo nos sentamos alrededor de la mesa
a cenar las hallacas y la ensalada, el dulce de lechos y la torta negra, nos
reímos y recordamos otras navidades. Mi hermano pone música y maya acaba de
entrar en una sola carrera y se ha llevado un rueda de pan de jamón de la mesa
servida. Ahora ha llegado el momento de los regalos. Mi hermano trae una
tortuguita en una fuente, es para mi. Yo tengo una pulsera con canutillos que
hice para mamá, ella tiene para mi hermano una cámara fotográfica, para la cual
pasaremos la noche posando la 2 y maya. Todos hemos mirado varias veces la
silla donde suele sentarse el abuelo a la mesa. Mamá propone llamarlo y lo
hacemos, cada uno habla a su turno y le desea el mejor día de navidad. Le
cuento de lo mucho que me han gustado sus regalos y le deseo que se cure muy
pronto. Ha llegado la hora de ir a la cama. Mamá preparó mi piyama y cambió mis
sábanas, me dio el beso de las buenas noches y se fue a descansar. Entonces,
contemplado la luna, saqué el álbum con las fotos de abuelito de debajo de la
almohada y volví a mirarlo y mirarlo, y mientras me iba quedando dormida
pensando en el cielo tranquilo de esta noche de mis 9 años. Le comenté al niño
jesus,lo muy cerca que estaré siempre del abuelo y su alegría.
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