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martes, 31 de enero de 2017

Una historia alada

yo soy gabriel,
el que está delante de dios.
He sido enviado para hablar contigo
y comunicarte esta buena noticia

cuando nos toca representar a un ángel, dibujar o evocarlo... ¿qué es lo primero en lo que pensamos? Sí, exactamente, en sus alas. Y después de ese par de esplendorosos racimos de plumas, nos imaginamos el arito que tiene en la cabeza, la aureola. Bueno, esos son dos elementos simbólicos que tienen un profundo arraigo en la cultura universal de todos los tiempos. Comencemos con las alas. Como el ser humano vive casi plantado sobre la tierra, en virtud de la acción de la  gravedad, siempre percibió que cualquier ser superior estaba encima, más arriba de su cabeza, en el cielo. Y para llegar al cielo, subir o bajar, hacía falta algo de lo que no disponemos en forma natural: un par de alas. Tanto es así que casi desde el principio el hombre quiso ser como las, para remontar vuelo y atravesar grandes distancias en un abrir y cerrar de ojos. Las primeras narraciones descubiertas en la antigua sumeria, cuna de la civilización occidental y quizás también oriental, ya habla de una estrecha relación entre las enormes aves, como el águila, y los hombres.♬