nada mas empezar la primera pagina, sale el niño por el fondo del
huerto y, de árbol en árbol, como un jilguero, baja hasta el río y luego sigue
su curso, hasta que de pronto llego al límite del campo que se atrevía a
recorrer solo. Desde allí en adelante comenzada el planeta Marte. Desde allí en
adelante, para nuestro niño, hay solo una pregunta: “¿voy o no voy?”... y fue.
El río se desviaba mucho, se apartaba, y del río ya estaba un poco harto porque
desde que nació siempre lo estaba viendo. Decidió entonces acortar camino,
entre extensos olivares, unas veces caminando junto a misteriosos setos vivos
cubiertos de campanillas blancas, y otras adentrándose en bosques de altos
fresnos donde había claros tranquilos sin rastro de personas o animales, y
alrededor un silencio que zumbaba, y también un calor vegetal, un olor de tallo
fresco como una vena blanca y verde.
¡oh, que feliz iba el niño! Anduvo, anduvo, hasta que los arboles
empezaron a escasear y era ya un erial, una tierra de rastrojos bajos y secos,
y en medio, un inhóspita colina redonda como una taza boca abajo. Se tomó el
niño el trabajo de subir la ladera, y cuando llegó a la cima, ¿que vio? Ni la
suerte ni la muerte, ni las tablas del destino... era solo una flor. Pero tan
decaída, tan marchita, que el niño se le acercó, pese al cansancio. Y como este
niño es especial, como es un niño de cuento, pensó que tenía que salvar la
flor. Pero, ¿que hacemos con el agua? Allí, en lo alto, ni una gota. Abajo,
solo en el río, y ¡estaba tan lejos!...
no importa...
baja el niño la montaña,
atraviesa el mundo todo,
llega al gran río nilo,
en el hueco de las manos recoge
cuanta agua le cabía.
Vuelve a atravesar el mundo
por la pendiente se arrastra,
tres gotas que llegaron
se las bebió la flor sedienta.
Veinte veces de aquí hasta allá,
cien mil viajes a la luna,
la sangre en los pies descalzos,
pero la flor erguida
ya daba perfume al aire,
y como si fuese un roble
ponía sombra en el suelo.
El niño se durmió debajo de la flor. Pasaron horas, y a los padres,
como suele suceder en estos casos, comenzaron a sentirse muy angustiados. Salió
toda la familia y los vecinos a la búsqueda del niño perdido. Y no lo
encontraron. Lo recorrieron todo, desatados en lágrimas, y era casi la puesta
de sol cuando levantaron los ojos y vieron a lo lejos una flor enorme que nadie
recordaba que estuviera allí. Fueron todos corriendo, subieron la colina y se
encontraron con el niño que dormía. Sobre el, resguardándolo del fresco de la
tarde, se extendía un gran pétalo perfumado, con todos los colores del arco
iris. A este niño lo llevaron a casa, rodeado de todo el respecto, como obra de
milagro. Cuando luego pasaba por las calles, las personas decían que había
salido de casa para hacer una cosa que
era mucho mayor que su tamaño y que todos los tamaños.