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lunes, 19 de septiembre de 2016

cuento el patio de la abuela

la abuela es pobre y no tiene muchas cosas, pero tiene. Tiene el aire  que juega debajo de la mata de mango y los frutos de mejillas de oro con que regala a los niños más negritos del mundo.
--señora, permiso
--¿que quieres?
--un mango
--entra, pero no me dejes las conchas en el patio.

 Los arboles rodean la casa de la abuela, vienen sembrados desde el río y se inclinan con la brisa del atardecer, huelen las tejas lentamente adormecidos y van sabiendo de cada uno de nosotros; las acacias tienen la timidez de una pestaña y los helechos extienden un pálpito de manos sobre la redondez del aire. Un lagartijo, aquí muy cerca, hace el amor con una lagartija. Los dos son verdes, pero rojos.

Y se muerden el cuello y refriegan temblorosamente contrapunteados por el sol del mediodía. Resuellan y se aman. Y se separan como si no se conocieran. El patio de la abuela es un camino de piedras con ojeras. Y es la abuela. Tan alta y extendida, tan sonriente, que parece que siempre amaneciera en cada una de las palabras que brotan desde el patio, como flores. Uno se va durmiendo poco a poco debajo de la piel de la abuela, en el patio, a su manera de quererlo a uno. Tiene todo lo que una abuela quiere tener: un patio, un árbol, una silla, un nieto y una flor. Por dentro tiene añales y caminos y cuentos de nunca contar. Se le ve en los ojos.   


miércoles, 14 de septiembre de 2016

cuento ¿cómo sabe el cuerpo lo que tiene que hacer?

Supongamos que se nos ocurre saltar. Encogemos las piernas y saltamos. De pronto nos parece que algo nos lastima dentro del zapato. Lo quitamos y miramos dentro para ver qué es. ¿cómo saben nuestros brazos, nuestra piernas, nuestros ojos y nuestro cuerpo entero, qué es lo que hay que hacer?. Dentro del cuerpo tenemos un red de nervios. Estos nervios son como cuerdas finas y muy delgadas que ponen en contacto cada parte de nuestro cuerpo con el cerebro. A través de ellos se transmiten constantemente mensajes en ambas direcciones. Es el cerebro el que envía a las piernas el aviso de saltar. ¡y pensemos cuantas cosas tienen que pasar para hacer que nos quitemos el zapato!.


Los nervios del pie envían mensaje de dolor al cerebro. El cerebro envía mensajes a los ojos, a las manos, a la espalda, a los brazos -a cualquier parte del cuerpo-, para indicar a cada uno lo que debe hacer. Entonces nos damos cuenta de que el cerebro es un centro ocupadísimo, que se pasa del día y la noche recibiendo y enviando mensajes y órdenes.