Supongamos que se nos ocurre saltar. Encogemos las piernas y
saltamos. De pronto nos parece que algo nos lastima dentro del zapato. Lo
quitamos y miramos dentro para ver qué es. ¿cómo saben nuestros brazos, nuestra
piernas, nuestros ojos y nuestro cuerpo entero, qué es lo que hay que hacer?.
Dentro del cuerpo tenemos un red de nervios. Estos nervios son como cuerdas
finas y muy delgadas que ponen en contacto cada parte de nuestro cuerpo con el
cerebro. A través de ellos se transmiten constantemente mensajes en ambas
direcciones. Es el cerebro el que envía a las piernas el aviso de saltar. ¡y
pensemos cuantas cosas tienen que pasar para hacer que nos quitemos el zapato!.
Los nervios del pie envían mensaje de dolor al cerebro. El cerebro
envía mensajes a los ojos, a las manos, a la espalda, a los brazos -a cualquier
parte del cuerpo-, para indicar a cada uno lo que debe hacer. Entonces nos
damos cuenta de que el cerebro es un centro ocupadísimo, que se pasa del día y
la noche recibiendo y enviando mensajes y órdenes.