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martes, 22 de noviembre de 2016

la mata de cambur

había una vez un hombre que tenia un conuco. Un conuco bonito. Cierto día decidió sembrar una mata de cambur y cuando estaba sembrándola la dijo: -- los cambures que me produzca esta son para comérmelos el día de mi cumpleaños. No me los comeré antes ni me los comeré antes ni me los comeré después. Poco a poco la mata fue creciendo. El tallo se le puso grueso. Le salieron grandes hojas. El conuquero estaba contento. Decia: --mi mata va para arriba. Cada día que pasa crece más. Poco falta para que eche su carga de cambures. No pasaron muchos días sin que se hubiera formado un enorme racimo. La mata se doblaba por el peso de la carga ¡que racimo! Es verdad que el conuquero había dicho, cuando sembró la mata, que se comería los cambures el día de su cumpleaños. El mismo día y nunca antes. Sin embargo, pensaba que se le iba a hacer muy difícil esperar tanto. Los cambures lo tentaban. ¿y si los cambures maduran antes? Decia el. ¿y si maduran y vienen los pajaros a comerselos? Se preguntaba. Eso fue también lo que ocurrió. Los cambures empezaron a madurar y a los pájaros a acercarse al racimo. Cierto dia advirtió que los pájaros habían abierto un agujero en uno de los cambures. ¡malvados pájaros! Fue cuando dijo: --faltan algunos dias para mi cumpleaños. Si me pongo a esperar para cortar el racimo y comerme los cambures, es muy posible que quede sin nada. Mejor entonces es que busque mi machete y proceda ahorita mismo. Mejor es fue, ¡zuas, zuas, zuas! Y buscó su machete. Regreso, ¡¿chas, chas, chas! Y se dispuso a cortar el racimo. Pero al levantar el brazo para soltar el machetazo, los cambures le dijeron: --¿por qué vas a cortar el racimo? ¿tú no prometiste que ibas a hacerlo el día de tu cumpleaños? Promesa es promesa. El conuquero miró hacia atrás y hacia los lados para ver si había alguien por alli. Pero no había nadie. Sorprendido, dijo: --¡gua! ¿serían los cambures los que hablaron? ¡juuummm! Pero no hizo caso y levantó nuevamente el machete. Fue el machete quien dijo entonces: --- los cambures tienen razón. Usted prometó que iba a cortar el racimo el día de su cumpleaños. Quiere decir que no puede hacerlo hoy. --¿cómo es la cosa? --preguntó el conuquero con la vista clavada en el machete---. ¿qué fue lo que dijiste? El machete se quedó como si nada. No contestó. El conuquero comenzó a preocuparse. ¿cambures hablando? Se decía ¿machete hablando? ¡juuummm! No hizo caso tampoco en esta tampoco en esta ocasión y al levantar brazo y machete por tercera vez, oyó que su perro le llamó la atención: -- el machete y los cambures tienen razón, mi amo. Usted prometió que iba a cortar el racimo el día de su cumpleaños y hoy no es el día de su cumpleaños al oír decir esto a su perro, el conuquero se puso furioso: --¿que es lo que estás hablando, condenado? Ahorita te parto en dos de un machetazo para que no seas entrépito. Y levantó en verdad el brazo para darle el machetazo al perro. Pero levantado se le quedó. Levantado y tieso como una barra de hierro, y solo pudo bajarlo después que hubo soltado el machete. Entonces el conuquero se asustó tanto, que salió disparado en carrera como un bólido. Corre que corre hasta perderse de vista por los caminos del monte. Y fueron los pájaros quienes se comieron uno a uno los cambures. ¡sabrosos!

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