había una vez
un hombre que tenia un conuco. Un conuco bonito. Cierto día decidió sembrar una
mata de cambur y cuando estaba sembrándola la dijo: -- los cambures que me
produzca esta son para comérmelos el día de mi cumpleaños. No me los comeré
antes ni me los comeré antes ni me los comeré después. Poco a poco la mata fue
creciendo. El tallo se le puso grueso. Le salieron grandes hojas. El conuquero
estaba contento. Decia: --mi mata va para arriba. Cada día que pasa crece más.
Poco falta para que eche su carga de cambures. No pasaron muchos días sin que
se hubiera formado un enorme racimo. La mata se doblaba por el peso de la carga
¡que racimo! Es verdad que el conuquero había dicho, cuando sembró la mata, que
se comería los cambures el día de su cumpleaños. El mismo día y nunca antes.
Sin embargo, pensaba que se le iba a hacer muy difícil esperar tanto. Los
cambures lo tentaban. ¿y si los cambures maduran antes? Decia el. ¿y si maduran
y vienen los pajaros a comerselos? Se preguntaba. Eso fue también lo que
ocurrió. Los cambures empezaron a madurar y a los pájaros a acercarse al
racimo. Cierto dia advirtió que los pájaros habían abierto un agujero en uno de
los cambures. ¡malvados pájaros! Fue cuando dijo: --faltan algunos dias para mi
cumpleaños. Si me pongo a esperar para cortar el racimo y comerme los cambures,
es muy posible que quede sin nada. Mejor entonces es que busque mi machete y
proceda ahorita mismo. Mejor es fue, ¡zuas, zuas, zuas! Y buscó su machete.
Regreso, ¡¿chas, chas, chas! Y se dispuso a cortar el racimo. Pero al levantar
el brazo para soltar el machetazo, los cambures le dijeron: --¿por qué vas a
cortar el racimo? ¿tú no prometiste que ibas a hacerlo el día de tu cumpleaños?
Promesa es promesa. El conuquero miró hacia atrás y hacia los lados para ver si
había alguien por alli. Pero no había nadie. Sorprendido, dijo: --¡gua! ¿serían
los cambures los que hablaron? ¡juuummm! Pero no hizo caso y levantó nuevamente
el machete. Fue el machete quien dijo entonces: --- los cambures tienen razón.
Usted prometó que iba a cortar el racimo el día de su cumpleaños. Quiere decir
que no puede hacerlo hoy. --¿cómo es la cosa? --preguntó el conuquero con la
vista clavada en el machete---. ¿qué fue lo que dijiste? El machete se quedó
como si nada. No contestó. El conuquero comenzó a preocuparse. ¿cambures
hablando? Se decía ¿machete hablando? ¡juuummm! No hizo caso tampoco en esta
tampoco en esta ocasión y al levantar brazo y machete por tercera vez, oyó que
su perro le llamó la atención: -- el machete y los cambures tienen razón, mi
amo. Usted prometió que iba a cortar el racimo el día de su cumpleaños y hoy no
es el día de su cumpleaños al oír decir esto a su perro, el conuquero se puso
furioso: --¿que es lo que estás hablando, condenado? Ahorita te parto en dos de
un machetazo para que no seas entrépito. Y levantó en verdad el brazo para
darle el machetazo al perro. Pero levantado se le quedó. Levantado y tieso como
una barra de hierro, y solo pudo bajarlo después que hubo soltado el machete.
Entonces el conuquero se asustó tanto, que salió disparado en carrera como un
bólido. Corre que corre hasta perderse de vista por los caminos del monte. Y
fueron los pájaros quienes se comieron uno a uno los cambures. ¡sabrosos!
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