el señor
cristóbal, antiguo servidor de una rica casa de andaluces, tenía muy cerca de
ochenta años, las piernas flojas y la cabeza fuerte. Aunque no estaba ya para
muchos esfuerzos, ni aun para pocos, los señores, agradecidos a los favores que
toda la vida les prestó, le conservaban a su lado de muy buena gana. Añadase a
esto que cristóbal era hábil para entretener a la gente y que en casa había dos
niños, perico y maría. Una tarde, entre
el niño y la niña agotaron, si no la paciencia, que era inagotable, la
sabiduría del pobre viejo, que no lo era tanto. --cristobal, ¿cuántas estrellas
hay? Preguntó perico. --según...; unas noches hay más y otras hay menos,
respondió el viejo. --¿y porqué? Preguntó maría. --¡toma! Porque en las noches
de luna las estrellas no salen todas. --¿la luna no es una estrella? --no; la
luna... es la luna. ---¿y las estrellas? ¿dónde están sujetas? --en el aire
niños, en el aire. --¿y no se pueden caer? ---no tengan cuidado, niños. Mira
que viejo soy yo y no he visto caerse ninguna. --y el sol ¿dónde esta? El señor
cristobal temeroso de meterse en un callejón sin salida, dio un silbido
respuesta. --¿no lo sabes? --no lo había de saber (claro que éste no lo sabía).
Y así la lluvia de preguntas continuaba: --oye, cristobal, ¿el tren cómo anda?
--¿el tren? ¿tú
no has visto el carbón que lleva dentro? --sí.
---¿y el
maquinista? --también. --pues ahí lo tienes,... no hay más que fijarse en las
cosas. --oye, cristobal: ¿los fosforos son veneno? --oye, cristobal: ¿los moros
son malos? --oye, cristobal: ¿por qué llueve? --oye, cristóbal: ¿quién ha
sembrado los árboles? Oye, cristobal...
oye,
cristobal... cuando más vivo era el tiroteo de preguntas, pasó por allí la
señora de la casa y preguntó acariciándolos: ---¿son malos, cristobal? Porque
si son malos, desde mañana van a la escuela. ¡no hay vacaciones! Y el señor
cristóbal, suspirando y riendo a la vez, se atrevió a contestar: ---señora
carmen, el que va a la escuela desde mañana desde mañana soy yo.
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