las aves estaban contentas porque doña rojina, la más hermosa de las
gallinas del corral, les había anunciado el nacimiento del último de sus hijos.
De los seis huevos que empollara, habían salido seis lindos pollitos: tres amarillos
y tres negros. Cada una de las otras aves vecinas, habitantes del pequeño mundo
cercado de alambre, desfiló por nidal de doña rojina, llevándolos regalos a los
recién nacidos y felicitando a la orgullosa mamá. Uno de los pollitos negros
fue el último en nacer. Era un preguntón de primera. Deseaba aprender pronto lo
que hubieran podido conocer antes sus hermanos mayores.
¿por qué el cielo es azul? --preguntaba con su vocecita aguda. ¿por
qué papá canta de madrugada?...¿por qué el agua no tiene color?...¿por qué el
señor pato es grande?...¿por qué?...¿por qué?.. y, sin apenas dar tiempo a que
le contestaran, ya estaba lanzando otra pregunta cierta noche, el pollito
despertó por un ruido que oyó cerca del nido. Sacó la cabeza por entre las
plumas de la cola de su mamá y vio una sombra que se escondía hacia el estanque
de los patos. Se alegró muchísimo de esta visita. Allí estaba alguien que
seguramente podría contestarle varias preguntas que en el día no le habían
respondido sus amigos, pues éstos decían que él era muy preguntón. Se acercó a
la sombra.-¿cómo es el mundo fuera del corral? -- quiso saber. El visitante se
dio vuelta y la luz de la luna lo iluminó. El pollito casi se cae de espaldas a
causa del susto. El visitante era, nada menos, que un ¡zorro! ¡ay, que miedo!
Él sabia que los zorros son comedores de gallina y sin esperar más, dio media
vuelta y arrancó a correr hacia su mamá piando con todas sus fuerzas. La mamá y
todos los del gallinero despertaron con la bulla y al darse cuenta de lo que
pasaba, corrieron en varias direcciones, perseguidos por el zorro.
¡la gritería que se formó!
Varias plumas volaron fuera de los cuerpos de sus dueños...
kikirikís, clos,clos, pío, pío, graznidos, chillidos...
al ruido de los animales despertó el dueño de la casa, quien hizo
huir al zorro.
Poco a poco se fueron calmando las aves y, después de esa noche, no
reprendieron más al pollito preguntón, pues si no se le hubiera ocurrido
fastidiar al zorro, más de una gallina hubiera pasado a mejor vida. Sin embargo,
el pollito no volvió a preguntar a extraños, contentandose con las respuestas de
sus amigos y familiares.
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