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martes, 31 de enero de 2017

Una historia alada

yo soy gabriel,
el que está delante de dios.
He sido enviado para hablar contigo
y comunicarte esta buena noticia

cuando nos toca representar a un ángel, dibujar o evocarlo... ¿qué es lo primero en lo que pensamos? Sí, exactamente, en sus alas. Y después de ese par de esplendorosos racimos de plumas, nos imaginamos el arito que tiene en la cabeza, la aureola. Bueno, esos son dos elementos simbólicos que tienen un profundo arraigo en la cultura universal de todos los tiempos. Comencemos con las alas. Como el ser humano vive casi plantado sobre la tierra, en virtud de la acción de la  gravedad, siempre percibió que cualquier ser superior estaba encima, más arriba de su cabeza, en el cielo. Y para llegar al cielo, subir o bajar, hacía falta algo de lo que no disponemos en forma natural: un par de alas. Tanto es así que casi desde el principio el hombre quiso ser como las, para remontar vuelo y atravesar grandes distancias en un abrir y cerrar de ojos. Las primeras narraciones descubiertas en la antigua sumeria, cuna de la civilización occidental y quizás también oriental, ya habla de una estrecha relación entre las enormes aves, como el águila, y los hombres.♬

martes, 17 de enero de 2017

cuándo se empezó a hacer pan?

Todos los países del mundo tienen una alimentación que les es propia. Sin embargo, hay un alimento que se consume en todos los puntos donde vive el hombre: se trata del pan. Esto se debe a que el hombre se ha dado cuenta desde el principio de la importancia que tenían los cereales en su dieta alimenticia. De hecho, el hombre primitivo mascaba cereales para alimentarse. Posteriormente, pasó a moler los granos entre piedras hasta conseguir harina, como hicieron los egipcios hace 5000 años. Los egipcios añadían agua y formaban una masa, a la que se daba forma de pastelillos planos que se introducían, bien en el horno, hundido en el suelo y revestido de barro, bien en unas vasijas abiertas en cuyo interior se depositaban brasas y sobre las cuales se colocaba la masa de pan. Este pan egipcio era muy rugoso y pesado de masticar, pues no contenía levadura que lo hiciera subir. Los hebreos primitivos utilizaban pan ácimo, es decir, sin levadura, pero fueron los egipcios los primeros en descubrir que la masa del pan podía hacerse “subir” mediante esos pequeños organismos, produciendo una masa mucho más esponjosa y suave. Se han encontrado muestras de estos panes en las tumbas del antiguo egipto. Los hebreos horneaban su pan en masas de poco espesor, y lo rompían en lugar de cortarlo. Por eso se llama en ocasiones “partir el pan” a comer. Los judíos, durante miles de años, han celebrado la pascua comiendo un pan sin levadura, o ácimo, al que llaman “matzoth”; éste se hace con una mezcla de harina y agua que produce una galleta parecida a las pastas dietéticas. Las obleas de la comunión son parecidas a esas galletas, aunque mucho más pequeñas y refinadas. En las diferentes partes del mundo se fabrica pan de múltiples alimentos, entre ellos las legumbres, patatas, hierbas, cortezas, arroces y guisantes. En ciertos puntos del lejano oriente, se utilizan bellotas y hayucos para hacer harina
“antes de que se elaborara el pan, los hombres se alimentaron del grano de trigo, de cebada y de centeno. Más  adelante los granos se trituraron. Muchos pueblos confeccionaron una especie de papillas o gachas antes de conocer el pan de harina. Los egipcios, mediante un sencillo pero laborioso método, ya fabricaban pan. En primer lugar machacaban el grano ayudándose de gruesas piedras hasta conseguir la harina, lo que precisaba más de una hora de trabajo. Luego, la harina, en la que quedaban granos enteros sin triturar, se amasaba con agua a la que añadían pasta seca del día anterior a modo de levadura. Una vez amasada la harina la dividían en unas pocas tortas delgadas que colocaban sobre una piedra cubriéndolas de cenizas candentes. Generalmente, este trabajo estaba encomendado a las mujeres, aunque también los hombres las realizaban. Para uso de los faraones se elaboraba un pan especialmente blanco llamado hori. En muchas tumbas egipcias se han encontrado trozos de pan en buen estado de conservación que han permitido mediante análisis mostrar sus grandes semejanzas con el pan de la actualidad”

Las dulces hermanas

en un viejo autobús, regresaba a su casa, después de un largo día de trabajo, un hombre feliz. Los otros pasajeros estaban muy serios. Pero él, venía con una hermosa sonrisa. Le habían aumentado el sueldo. Al fin podría comprar el carrito que soñaba, para disfrutarlo con sus hijas. Y, aunque su esposa estaba ya con dios, seguro que ella compartiría desde el cielo su felicidad. Ya cerca de su casa, vio que todavía no habían cerrado la panadería. Decidió comprar unos dulces para celebrar, con sus tres hijas, el aumento de su sueldo. Entró en la panadería. Vio que sólo quedaban tres dulces de fresas con crema, los preferidos de sus hijas. Le dijo al pastelero que se les preparara para llevárselos. El pastelero los preparó y le entregó una bandeja con los tres dulces de fresas con crema. Y cerró el negocio. El feliz papá sólo pensaba en lo contentas que se pondrían sus hijas al saber la grata noticia. Al bajarse del ascensor, tropezó y ¡PLOCOTON! Cayó cuan largo era al piso. La bandeja con los dulces se aplastó. El tremendo golpe no hizo que el feliz papá perdiera su sonrisa. Después de la horrible caída, se levantó. Revisó la bandeja. Y vio que todavía quedaba un dulce en perfecto estado. Entró en su casa, directo a la cocina. Llamó a sus hijas; y puso en un plato el dulce que se había salvado. Las niñas llegaron corriendo. Apenas terminaron de pedir la bendición, le preguntaron por qué lucía aquella cara de felicidad. El respondió:
al fin hoy me concedieron el aumento que esperaba. Ya podemos adquirir el carrito tan soñado. Compré tres dulces para celebrarlo. Pero me resbalé, caí al piso y me quedó un solo dulce completo. Lo interrumpió su hija mayor
felicia: - papito lindo, no hay ningún problema: el dulce es para mí, por ser la mayor. De inmediato esperanza: -papucho, yo soy la más pequeña y, por chiquita, el dulcito es para mí. ¿verdad, papucho?
Y salto caridad:
ni la mayor, ni la pequeña. El dulce es pa mí. El que se salvó, seguro fue el del medio, como yo. El papá le dio largas al asunto: -cenemos, y después hablamos. Sin terminar de dar gracias a dios por los alimentos recibidos, las niñas comenzaron a discutir por el. Poco a poco subieron la voz hasta gritar. Y se formó la sampablera. Ante aquel gallinero, con un manotazo en la mesa, el papá llamó la atención de las niñas, para reclamarles: -¿cómo es posible que por un dulce ustedes discutan así? ¡su madre debe estar muy triste en el cielo! ¡todas a dormir, sin protestar! Las chicas salieron corriendo al baño y en un tris estaban en la cama. En la casa se hizo el silencio. Y el sueño llegó, rápido. Al primer rayo del día, las tres niñas fueron a la cama de su papá. Suavemente lo despertaron. Y él, que las conocía muy bien, les dijo: -ya sé que están aquí por el dulce. Ellas tímidamente sonrieron. Y, después de un breve silencio, siguió diciendo el papá: bueno, bueno. ¿alguna soñó?. Las tres niñas afirmaron con la cabeza. Perfecto ordenó el papá cuénteme cada una su sueño; y el que más me guste ganará el dulce. Comenzó felicia, por ser la mayor: papi, yo soñé que estudiaba mucho, mucho, pero que mucho; tanto, que descubrí una fórmula biogenética-degradable, que convertía la basura en alimento altamente nutritivo y todos los seres humanos tenían para comer. No quedó ser en la tierra que no tuviera algo para comer; y como dicen por allí ¡barriga llena, corazón contento! Todo el mundo era feliz; no había ni guerras, ni muertos. Todo era paz y felicidad: ¡el mundo que todos soñábamos! ¡un mundo perfecto! El papá comentó: --¡muy bello tu sueño, felicia! Pero ahora tenemos que oír a caridad. Somos todo oídos, querida. Caridad: -bueno, papá, yo soñe que era una excelente y experta financista; y hacía tan buenos negocios, que, poco a poco, me fui apropiando de todo el dinero del mundo. Todo el dinero era mío y de nadie más. Así que toda la gente se vio obligada a negociar todas las cosas sin dinero. Y, así, la gente aprendió a dar y recibir lo que necesitaba sin importar lo que costara. La gente no peleaba más por el dinero. Todos eran felices, porque tenían todo lo que querían, aunque no tuvieran plata. Todos le daban a todos lo que les hiciera falta
   aprobó el papá:

 ¡muy bien, hija!
 Sólo falta esperanza. Tu dirás, hija.
 Y la pequeña dijo:
 -papucho, elige entre mis hermanas. Mi sueño es muy tonto.
 El papá replicó:
 hija, no te avergüences y cuentanos tu sueño.
 Se animó esperanza:
 -bueno, soñé que las tres nos levantamos. Nos pusimos bonitas como te gusta a ti. Después de decir nuestras oraciones juntas, fuimos a la cocina. Tomé, de la gaveta, un cuchillo. Con él partimos el dulce en tres porciones iguales. Y dándole gracias a dios, cada una disfrutó de su trozo.
 ¡y descubrí que éramos muy felices!
  El padre se admiró:
 -¡bravo, hija, bravo! Eso está muy bien. Compartir: ése es el secreto de vivir. ¡bellísimo hija! ¡sin ninguna duda, el dulce es tuyo, hija! ¡haz tu sueño realidad! Las tres niñas salieron del cuarto agarradas de la mano, rumbo a la cocina, con una sonrisa esplendorosa, derrochando felicidad. El papá las siguió. No quería perderse tan hermosa escena. Esperanza llegó a la cocina. Sacó el dulce de la nevera. Lo puso en la mesa. Abrió la gaveta y... sacó una ¡cuchara!... las otras, sorprendidas, exclamaron:

 felicia: -creo que cometiste un pequeño error, esperanza. Sacaste una cuchara. En tu sueño era un cuchillo
  y caridad: -si, esperanza, en tu sueño hablaste de cuchillo. No de cuchara. A lo que respondió muy seria y segura, esperanza: - sí, hermanas. En el sueño era un cuchillo. Pero... ¡sueños, sueños son! La realidad es que el dulce es mío. Yo lo gané para mi ¡SOLITA! ¿Acaso, si ustedes se lo hubieran ganado, me hubiera dado un pedacito? Las hermanas contestaron, descorcertadas y a coro: -¡por supuesto que no! Y, esperanza, sin más explicaciones, salió a toda prisa, para que las hermanas no vieran cómo se comía el dulce. Justo en la puerta de la cocina, dio un traspiés. Cayó al suelo de bruces. El dulce quedó desparramado en el piso. Y la nariz de esperanza, exactamente a los pies de su papá, quien había presenciado todo lo ocurrido. Esperanza y su papá cruzaron una mirada. Y no hicieron falta palabras para que las tres sintieran la profunda tristeza de su padre, por su egoísmo.
  El papá, sereno, las reprendió: -¡muy buena la ilusión de felicia de que todos tengan qué comer! ¡mejor, el deseo de caridad de que se acaben las peleas por la plata! ¡y mucho mejor el propósito de esperanza de compartir con sus hermanas! Pero sepan que al cielo no llevan ni las ilusiones, ni los deseos, ni los propósitos, sino las obras en favor del prójimo. Si esperanza hubiera el dulce, hubiera dado más que un paso, hubiera dado un salto hacia el cielo... ante esa reflexión de su papá, las DULCES HERMANAS lloraban de arrepentimiento, mientras su padre, besándolas, agradecía a dios que hubiera devuelto la paz a su hogar

miércoles, 11 de enero de 2017

Había una vez un hombre

fito malembe dijo:
-- yo esto no lo voy a poner como lo contó la maestra, que sabe contar muy bien todo, con emoción desde el principio hasta el fin y su cara llena de alegría; pero con palabras difíciles que yo no puedo usar porque no las entiendo como quisiera. Esto lo voy a contar como me gusta a mi contar las cosas, con mis propias palabras. Si, señor. Y empiezo... había una vez un hombre que se llamaba... pero mejor es que diga mas tarde como se llamaba. No era alto, si no pequeño; eso sí: fuerte y agil, con una gran resistencia. ¡upale! Iba de aqui para allá y venía de allá para acá como una sombra. No se cansaba. Cuando tenía sueño, dormía; cuando tenía hambre, comía; pero parecía como si no necesitara comer ni dormir. Nunca decía: tengo sed, como los demás, sino que aguantaba las ganas de beber hasta encontrar agua. ¿se dan cuenta de la clase de hombre de quien estoy hablando?...
¿y qué trabajo era el que hacía?... tampoco voy a decirlo ahora, porque entonces no va a haber quien no descubra quien era ese hombre. ¡pero qué trabajo! Andaba por los llanos y por la selva; cruzaba las montañas y los pantanos; dormía al aire libre, debajo de los árboles, en su hamaca o en el puro suelo, donde lo cogiera la noche; cruzaba los ríos, a nado o en canoa, los ríos repletos de caimanes, rayas, caribes y tembladores. Ríos con peligros. Se montaba en su caballo y, ¡triquitán, triquitán, triquitán! Se bebía los caminos, el primero y los demás siguiéndole. No le importaban la lluvia ni el sol, la niebla ni el frío. Entraba en los pueblos y todo el mundo se le quedaba mirando. ¿quién era el que llegaba?... la gente lo aplaudía. ¡plas, plas, plas! Y le gritaba: ¡arriba! Y repetían su nombre. Era un hombre a quien querían, respetaban y admiraban en todos los sitios. Lo que se proponía, lo cumplía. Y no solamente eso, sino que si él, pongamos por caso, invitaba a otro a hacer alguna cosa, ese otro no se le negaba. -si usted lo quiere, entonces vamos a meterle el pecho. Uno de sus amigos dijo cierta vez: --es que yo no puedo dejar de complacerlo cuando me propone algo. No sé placerlo cuando me propone algo. No sé lo que me pasa. Quiero decir no y, sin embargo, digo sí, como si la palabra no se resistiera a salir de mi boca. Y otro que estaba oyendo agregó: --¡y la miraba, vale! ¡la mirada! ¿te has fijado? ¿te has dado cuenta? Cuando mira echa como chispitas los ojos, o como rayitos de relámpago. Uno se queda como si estuviera dormido y es por eso que tiene que decir sí a todo cuanto él propone. Sí y nada más que sí.
Pues ése era el hombre que en cierta ocasión estaba en pleno campo con varios de sus amigos. Descansaban. El sol lo encendía todo. Brillaban en el aire las alas de las mariposas. Entonces de repente el hombre se puso de pie y le dijo a uno de sus compañeros: --quiero que me haga una diligencia, ibarra. --mande usted –le contestó el llamado ibarra---. ¿de qué se trata? El hombre le dio la orden a ibarra y este dijo: --muy bien. Y para hacer la diligencia más rápidamente se puso a escoger un caballo entre los tantos que ellos tenían. Escogió el más grande y más veloz; pero antes de ensillarlo quiso apostar con algunos que el era capaz de saltarlo de un solo brinco desde la cola hasta el otro lado de la cabeza. ¡cójale!... hicieron la apuesta y, ¡firimplín!, ibarra saltó con gran agilidad, como si fuera eléctrico, como si tuviera resortes. El hombre, que estaba viéndolo todo, dijo entonces: --eso lo hago yo también. Los demás lo oyeron y quisieron reírse, pero no se rieron. No por miedo, sino por respeto. Pero hubo uno que preguntó: --¿usted se atreve? El hombre vio al compañero en los ojos con su mirada de águila, la mirada de águila, la mirada llena de chispitas, y sin decir nada caminó hacia donde estaba el caballo. Se le puso por detrás, retrocedió, para coger ventaja,y,¡suásquitiquiti!..., cayó en el pescuezo del animal. ¡cómo sería el golpe que se dio y el dolor que debió sentir! Pero no se quejo. Los compañeros lo veían con ganas de soltar las carcajadas: ¡cuas, cuas, cuas!, pero no lo hicieron. Apretaron lo dientes y se quedaron con la risa por dentro. -- déjese de eso ---le dijo uno---. Nosotros sabemos que usted puede hacerlo. Pero déjese de eso. ¿que se dejara de eso? ¡juuuummmmmm! ¿acaso no lo conocían?... caminó hacia la cola del caballo, cogió distancia nuevamente y, ¡suásquitiquiti! ¡qué va! Tampoco pudo saltar completo esta vez, sino que cayó sobre las orejas del caballo, dándose un golpe tan duro como el anterior. Si yo hubiera sido ese hombre, después del segundo fracaso, quizá habría dicho: hasta aquí me trajo el río. No sigo. Digo yo que hubiera dicho eso; pero quién sabe si a lo mejor habría hecho lo que hizo el hombre, y lo que hizo fue que intentó por tercera vez y esa vez sí resultó verdad que, ¡firimplín!, saltó como lo había logrado ibarra. Entonces sus amigos lo aplaudieron: ¡plas, plas,plas! Y gritaron: muy bien, muy bien. Gritos y aplausos. El hombre se sonrió, se recostó debajo de una mata y se puso como a dormir; o a esperar, posiblemente, que se le quitase el dolor que con toda seguridad estaba sintiendo. ¿pero qué le importaba el dolor después?... había hecho lo que se había propuesto, una vez más, para dejar con la boca abierta a cada uno de los presentes... y eso fue lo que hizo ese día, porque otro... entérense ustedes. Otro día estaba bañándose en el orinoco, también con sus amigos. ¡suas, suas, suas! Sabroso.
Entonces uno de sus compañeros se atrevió a decir que entre los que allí estaban no había quien nadara mejor que él. ¿ que no había?... el hombre le dijo: --yo. Eso solamente: yo y le hizo una apuesta: -- vamos a ver quién llega primero hasta aquellas embarcaciones que se ven allá. Las embarcaciones estaban fondeadas unos ciento cincuenta metros río adentro. --pero eso sí – agregó el hombre---, usted va a nadar suelto y yo con las manos amarradas a la espalda ¡madre mía! El hombre se hizo amarrar la manos, se lanzó al agua y empezó a nadar. Nadaba poco a poco, es cierto, con mucha dificultad; pero pudo llegar hasta donde estaban las embarcaciones, que era lo que él había querido. No ganó la carrera, ¡qué va!, porque eso era pedir demasiado y, además, el otro era muy buen nadador; pero demostró, como dije antes, que lo que se proponía, lo cumplía. ¿qué les parece? Por esa razón sus compañeros lo admiraban, respetaban, lo querían y seguían con los ojos cerrados a todas partes. Porque se daban cuenta de que estaban siguiendo a un hombre diferente. Y eso fue lo que ocurrió aquel día, porque otro... el hombre estaba enfermo, flaquito como bejuco parecía un cadáver. La gente lo veía y decía con tristeza: se nos muere. A algunos se les salían las lágrimas. Estaba sentado en una silla, en un pequeño jardín. En la cabeza tenía un pañuelo blanco. Seguramente le dolía la cabeza. Hasta como tenía fiebre. Hablaba y tosía. La voz era ronca. La tos, seca. ¡pobrecito, no juegue! Todo el mundo lo miraba con dolor. Estaba pálido. Entonces fue a visitarlo un señor amigo y empezaron a conversar. Conversa que conversa. En una de ésas el señor le preguntó: -dígame usted: ¿qué piensa hacer ahora? ¿qué?. El hombre se le quedó mirando al amigo, de frente, como siempre él miraba; pensó un ratico y contestó: --¡triunfar! Eso nada más contestó. Pero era bastante. Y lo dijo con seguridad: ¡triunfar! Cuando se curó,triunfó.
Después de haber escrito todo lo que escribí, yo estoy convencido de una cosa. Estoy convencido de que si hiciera esta pregunta: ¿cómo se llamaba ese hombre? Todo el mundo, sin pensarlo, me contestaría: bolívar. No puede ser otro. Y esa es la respuesta correcta. Ese hombre se llamaba ¡BOLIVAR!. Así, con mayúsculas.¿ y saben ustedes por qué bolívar hacía aquello?... él mismo lo explicaba: (no crean que esto sea inútil para el hombre que manda a los demás: en todo, si es posible, debe mostrarse superior a los que deben obedecerle: es el modo de establecer un prestigio duradero e indispensable para el que ocupa el primer rango en una sociedad, y particularmente para el que se halla a la cabeza de un ejercito... siempre adelante,nunca atrás: tal era mi máxima, y quizá a ella es que debo mis éxitos y cuanto he hecho de extraordinario. Lo repito para terminar: ese hombre se llamaba bolívar. ¡nada menos!

jueves, 5 de enero de 2017

Pechugas rellenas al horno

ingredientes
2 limones exprimidos
3 huevos
6 filetes de pechuga
1 vaso de vino amontillado
1 diente de ajo
1 cebolla
1 cucharada de pan rallado
2 lonchas de jamón
harina, aceite, perejil picado, sal y pimienta
2 cucharadas de queso rallado
preparación

aplastar bien los filetes de pechuga. Batir los huevos y añadir el jamón picado, perejil, queso rallado y sal (pasar todo por la batidora). En una sartén echar un poco de la mezcla como para hacer unas tortillas finas. Hacer 6 tortillas (una para cada filete de pechuga) poner sobre cada filete una tortilla, enrollar y atar salpimentar. En una cazuela poner un fondo de aceite, dorar los rollos previamente pasados por la harina y retirar. A continuación hacer un sofrito con una cebolla y un diente de ajo y añadirle el zumo de dos limones. Después pasar la batidora. Luego agregar los rollos, un vaso de vino amontillado y medio de agua y dejar cocer a fuego lento durante unos quince o veinte minutos. Servir cortados en lonchas, cubiertos con su salsa

Oración de la sangre de cristo

señor jesus en tu nombre y con el poder de tu sangre preciosa sellamos toda persona, hechos o acontecimientos a través de los cuales el enemigo nos quiera hacer daño con el poder de la sangre de Jesucristo sellamos toda potestad destructora en el aire en la tierra en el agua en el fuego debajo de la tierra en los abismos del infierno y en el mundo en el cual nos moveremos hoy. Con el poder de la sangre de Jesucristo sellamos toda potestad destructora en el aire en la tierra, en el agua, en el fuego, debajo de la tierra, en los abismos del infierno y en el mundo en el cual nos moveremos hoy. Con el poder de la sangre de Jesucristo rompemos toda interferencia y acción del maligno. Te pedimos señor jesus que envíes a nuestros hogares y lugares de trabajo a la santísima virgen acompañada de san Miguel san Gabriel, san Rafael y toda su corte de santos ángeles. Con el poder de la sangre de Jesucristo sellamos nuestra casa todos los que habitan en ella (nombrar a cada uno de ellos) las personas que el señor enviara a ella, así como alimentos a los bienes que el generosamente nos envía para nuestro sustento. Con el poder de la sangre de jesus sellamos, tierra, puertas, ventanas, objetos, paredes, pisos y el aire que respiramos y en fe cubrimos con su sangre toda nuestra familia con el poder de la sangre de Jesucristo sellamos los lugares en donde vamos a estar este dia las personas las empresas o instituciones con quienes vamos a tratar (nombrar a cada una de ellas). Con el poder de la sangre de Jesucristo sellamos nuestro trabajo material y espiritual los negocios de toda familia los vehículos las carreteras el aire las vías y cualquier medio de transporte que vayamos a utilizar. Con tu sangre sellamos los actos las mentes y los corazones de todos los habitantes y dirigentes de nuestra patria a fin de que tu paz y tu corazón reinen en ella. Te agradecemos señor por tu sangre y tu vida ya que gracias a ellas hemos sido salvados y somos preservados de todo lo malo. amen




Oración de perdón

me apropio de la palabra que dice que hay redención en su sangre. Señor quiero que tu en esta hora me redimas, perdoname por alejarme de ti con mis actitudes; quiero abandonar esta vida que he llevado hasta hoy: me acojo a la promesa que dice: “pero si vivimos en la luz, así como dios esta en la luz, entonces hay unión entre nosotros y a la sangre de su hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. La sangre de tu hijo Jesucristo me limpia de todo pecado por eso reconozco que soy pecador y me arrepiento de todas las faltas cometidas hasta hoy, sellame con tu sangre, retira de tu presencia toda maldad que haya cometido ante ti haciendo lo que no te agrada, gracias por tu sangre liberadora. Amen

alabanzas a la sangre de cristo jesus, autor de nuestra salvación
¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesús, que diste tu sangre en precio de nuestro rescate
¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesús, cuya sangre nos reconcilia con dios
-¡bendita sea tu preciosisima sangre jesus que con tu sangre nos purificas a todos
-¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesús que con tu sangre limpias nuestras culpas
¡bendita se tu preciosisima sangre! Jesús, por cuya sangre tenemos acceso a dios
¡bendita sea tu preciosisima sangre, jesus, que nos da tu espíritu cuando bebemos tu sangre
¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesús, con cuya sangre pregustamos las delicias del cielo
¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesús, que con tu sangre fortaleces nuestra debilidad
¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesus, que nos da tu sangre en la eucarística
¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesús, cuya sangre es prenda del banquete eterno
-¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesús, que nos vistes con tu sangre como traje del reino
-¡bendita sea tu preciosisima sangre! Jesús cuya sangre proclama nuestro valor ante dios
-¡bendita sea tu preciosisima sangre!